El origen del café como bebida se remonta a la antigua Etiopía, donde la planta del café, Coffea, creció de manera silvestre. Según la leyenda, un pastor llamado Kaldi observó que sus cabras se volvían especialmente enérgicas tras consumir las cerezas rojas de un arbusto. Intrigado, Kaldi probó las frutas y experimentó una sensación de vitalidad. Este descubrimiento pronto llamó la atención de los monjes de la región, quienes comenzaron a preparar una infusión con las semillas para mantenerse despiertos durante las largas horas de oración.

Con el tiempo, el café se propagó hacia el mundo árabe. Durante el siglo XV, se establecieron las primeras cafeterías en la actual Yemen, donde la bebida se convirtió en un elemento cultural importante. Estas cafeterías, conocidas como «qahveh khaneh», no solo ofrecían café, sino que también se convertían en centros de socialización, intercambio de ideas y debates. El café se hizo popular entre intelectuales y comerciantes, lo que contribuyó a su difusión por todo el Medio Oriente y, más tarde, hacia Europa.

En el siglo XVII, el café llegó a Europa, donde se establecieron las primeras cafeterías en ciudades como Venecia y Londres. Estas nuevas instituciones rápidamente se convirtieron en puntos de encuentro para artistas, escritores y filósofos, fomentando un ambiente de creatividad y pensamiento crítico. A medida que la demanda de café creció, se desarrollaron plantaciones en colonias tropicales, como en el Caribe y América del Sur, lo que permitió que esta bebida se convirtiera en un fenómeno global que perdura hasta nuestros días.

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