A poco más de dos horas de Buenos Aires, este rincón del partido de Alberti combina historia, tranquilidad y hospitalidad rural, convirtiéndose en un destino ideal para una escapada de fin de semana.
En el corazón de la provincia de Buenos Aires, a unos 190 kilómetros de la capital, se encuentra un pintoresco pueblo que responde a dos nombres: Villa Grisolía y Achupallas. Esta dualidad se debe a su historia: mientras que Villa Grisolía honra a Pascual Grisolía, el estanciero que loteó las tierras en el siglo XIX, Achupallas es el nombre de la estación de tren inaugurada en 1909, que rápidamente ganó popularidad y se convirtió en la denominación más utilizada por los lugareños.
En su época de esplendor, el pueblo albergaba a unos 1.500 habitantes, impulsado por la actividad de la estación ferroviaria y una próspera fábrica de tejas. Sin embargo, el cierre de la estación en 1977 marcó el inicio de un declive poblacional, dejando hoy una comunidad de apenas 100 personas que mantienen vivo el espíritu del lugar.
Achupallas o Villa Grisolía es un destino perfecto para quienes buscan desconectar del bullicio urbano. Sus calles de tierra, antiguas construcciones y la Capilla Nuestra Señora de Luján ofrecen un viaje al pasado. El Boliche de Moro, un tradicional bodegón del pueblo, es el punto de encuentro para disfrutar de comidas caseras, peñas y partidas de truco.
Para llegar desde Buenos Aires, se debe tomar la Autopista Acceso Oeste hasta Luján, continuar por la Ruta Nacional 5 y luego por la Ruta Provincial 51. Tras cruzar el río Salado, un desvío a la izquierda conduce directamente al pueblo.
Este rincón bonaerense, con su rica historia y calidez humana, se presenta como una opción ideal para una escapada que combina cultura, naturaleza y tranquilidad.




