En un mundo hiperconectado, aprender a desconectarse se ha vuelto esencial para cuidar la salud mental y emocional. Pasamos horas frente a pantallas, revisando redes sociales, correos y notificaciones que rara vez dan descanso al cerebro. Esta sobreexposición digital puede generar ansiedad, insomnio y una disminución en la concentración.

La desconexión digital no implica rechazar la tecnología, sino establecer límites saludables. Reservar momentos sin pantalla —como al despertar, durante las comidas o antes de dormir— ayuda a recuperar el foco, descansar mejor y fortalecer los vínculos personales. Incluso dedicar un solo día a la semana a desconectarse, conocido como “detox digital”, puede marcar una gran diferencia.

Tomarse pausas del mundo digital es también una forma de reconectar con uno mismo. Leer, caminar, meditar o simplemente aburrirse un rato puede renovar la creatividad y reducir el estrés. En tiempos donde todo sucede online, apagar el teléfono por un momento también puede ser un acto de libertad.

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