Esteban Mazzoncini tenía apenas cinco años cuando le dijo a su mamá que quería irse a Egipto. Hoy, con 47, ha recorrido más de 80 países y busca en Argentina lo que encontró afuera: historias, vínculos y humanidad. Su viaje no terminó; solo cambió de escenario.

Su primer impulso viajero nació con una postal: las pirámides egipcias lo marcaron desde pequeño. A los 13 años, Esteban prometió que recorrería al menos 100 países. Su vida fue fiel a ese propósito. Con una mochila al hombro, salió al mundo a descubrir culturas, idiomas y maneras de vivir que lo transformaron. A cada destino, llegó con una mirada curiosa y abierta.

Durante sus travesías, vivió experiencias profundas que no caben en las redes sociales ni en una bitácora de turista. Fue recibido en hogares humildes con hospitalidad infinita, compartió mesas con desconocidos que se convirtieron en amigos y encontró, una y otra vez, que las fronteras son más mentales que geográficas. Esa riqueza humana lo llevó a replantearse la forma en que viajamos.

Hoy, de regreso en Argentina, Mazzoncini busca las mismas historias que lo conmovieron en sus viajes. Las encuentra en pueblos del interior, en barrios olvidados y en relatos de gente común. A través de su cuenta @estebanmazzoncini y sus libros, comparte una mirada sobre el mundo donde la empatía es el verdadero destino. Porque viajar, dice, no es solo moverse: es aprender a mirar.

Fuente: La Nación

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