El cine argentino transita un 2025 complejo, marcado por una fuerte reducción en la cantidad de estrenos y rodajes nacionales, producto del recorte presupuestario al Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y la reestructuración de políticas culturales. En el primer semestre del año, solo se estrenaron 28 películas argentinas, un 42% menos que en el mismo período de 2024, y la cifra más baja desde 2003, según datos del Observatorio Audiovisual del INCAA.
La producción cinematográfica se vio afectada por la paralización de subsidios y la demora en los pagos a proyectos aprobados en años anteriores. Productoras independientes denuncian una “parálisis técnica” del sistema de fomento, y muchos festivales locales debieron reprogramar sus actividades o reducir su escala. Desde el gobierno, el argumento oficial apunta a “reducir el gasto improductivo y promover esquemas más eficientes y abiertos al mercado”.
Mientras tanto, las plataformas de streaming continúan ganando terreno como espacio de distribución y consumo. Netflix, Amazon Prime Video y Star+ mantienen presencia activa en Argentina, aunque cada vez se enfocan más en coproducciones regionales con Brasil, México o España. El 72% de los argentinos declaró haber visto al menos una película o serie nacional en plataformas durante los últimos tres meses, según una encuesta de la Universidad Nacional de Quilmes.
Algunos títulos lograron destacarse a pesar del contexto. La película “La memoria de los árboles”, de Laura Casabé, recibió elogios en Berlín y se estrenó con éxito en salas independientes; mientras que “Planeta Error”, una comedia de ciencia ficción protagonizada por Diego Capusotto, se convirtió en fenómeno de culto en redes y streaming. Sin embargo, la baja inversión amenaza con limitar la diversidad temática y geográfica del cine nacional.
En las salas de cine, la recuperación postpandemia parece haberse estancado. Si bien la asistencia creció un 8% respecto de 2024, todavía está un 35% por debajo de los niveles de 2019. Las películas extranjeras —en especial las de Hollywood y las animaciones— concentran el 85% de las entradas vendidas, lo que complica la presencia sostenida de títulos argentinos en cartelera. La Federación de Exhibidores señala que “sin apoyo estatal, el cine nacional no compite en igualdad de condiciones”.
Frente a esta situación, gremios y asociaciones del sector audiovisual (como DAC, APIMA y la Multisectorial por la Cultura) realizaron múltiples movilizaciones y presentaron propuestas para garantizar el financiamiento del cine por fuera del presupuesto nacional. Entre las ideas figura la creación de un fondo mixto sostenido por impuestos al streaming y aportes privados, aunque por ahora sin respuesta oficial.
En el plano académico, varias universidades públicas y privadas mantienen sus carreras de cine con alta demanda, aunque los egresados enfrentan un mercado laboral más limitado y menos estructurado. El desarrollo de contenidos breves, la animación digital y la producción para redes sociales aparecen como salidas emergentes ante la caída del cine tradicional. La creatividad joven resiste desde lo independiente y lo experimental.
Así, el cine argentino en 2025 vive una etapa de transición forzada. El modelo de fomento estatal que dio impulso a décadas de producción diversa y premiada está en revisión, mientras el mercado aún no ofrece respuestas sustentables. La capacidad de adaptación del sector y la presión de la comunidad cultural serán claves para evitar un apagón creativo y sostener una industria que es, además de arte, una forma de narrar la identidad nacional.



