Los alimentos ultraprocesados forman parte del día a día de millones de personas en todo el mundo. Se caracterizan por contener aditivos, conservantes, colorantes, saborizantes y pocos ingredientes naturales.

Ejemplos comunes incluyen galletitas, snacks, bebidas azucaradas, embutidos y comidas listas para calentar. Aunque son prácticos y accesibles, el consumo excesivo de estos productos está relacionado con numerosos problemas de salud.

Diversos estudios han encontrado vínculos entre una dieta rica en ultraprocesados y enfermedades como la obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión, e incluso algunos tipos de cáncer. Esto se debe a su alto contenido de azúcares, grasas saturadas y sal.

Además, suelen ser bajos en fibra, vitaminas y minerales, lo que los convierte en productos que llenan el estómago pero no nutren al organismo. También pueden generar adicción alimentaria debido a su diseño para ser hiperpalatables.

A nivel social, su consumo es mayor en comunidades con menos acceso a alimentos frescos, lo que aumenta la desigualdad en salud. Por eso, muchos expertos piden políticas públicas que promuevan una alimentación más natural y consciente.

Volver a una dieta basada en alimentos reales —frutas, verduras, legumbres, cereales y carnes sin procesar— es una de las mejores decisiones para mejorar la salud y prevenir enfermedades a largo plazo.

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