América Latina atraviesa un momento de alta sensibilidad política y económica. Tras los efectos prolongados de la pandemia, el aumento del costo de vida y la desaceleración del crecimiento global han reactivado viejas tensiones sociales en varios países de la región. Gobiernos de distinto signo ideológico buscan contener la inflación, mantener la estabilidad fiscal y atender demandas sociales cada vez más urgentes.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la región crecerá apenas un 1,9% en 2025, una cifra inferior al promedio mundial. El organismo advierte que la falta de inversión productiva, la informalidad laboral y la baja productividad estructural son obstáculos persistentes. En paralelo, la pobreza afecta al 29% de la población latinoamericana, mientras que la desigualdad se mantiene como una de las más altas del planeta.
Brasil, la principal economía del continente, enfrenta una desaceleración tras el impulso inicial del gobierno de Lula da Silva. Las disputas políticas internas y las dificultades para aprobar reformas estructurales en el Congreso han frenado proyectos clave en infraestructura y energía. Aun así, el país mantiene cierta solidez en sus exportaciones agrícolas y en su matriz industrial.
En México, el debate se concentra en la política energética y la relación con Estados Unidos. La administración mexicana busca fortalecer la soberanía energética y expandir la producción nacional de gas y petróleo, aunque las tensiones comerciales con Washington y los límites medioambientales generan incertidumbre. El crecimiento proyectado para este año ronda el 2,3%, con una inflación que empieza a moderarse.
Chile y Perú, dos países que históricamente mostraron estabilidad macroeconómica, enfrentan un escenario de malestar social y falta de consenso político. En Chile, las dificultades para aprobar una nueva Constitución y los conflictos de seguridad en el sur del país impactan en la confianza empresarial. En Perú, la inestabilidad institucional continúa afectando las inversiones y la credibilidad internacional.
Argentina, en tanto, vive un contexto de inflación elevada y presión cambiaria, aunque con expectativas de que el próximo ciclo agrícola y las exportaciones de energía puedan aportar divisas frescas. La incertidumbre política y las restricciones fiscales siguen condicionando la recuperación, en un país donde la pobreza ronda el 45% y la inflación interanual supera el 140%.
La región en su conjunto enfrenta el desafío de combinar disciplina macroeconómica con políticas inclusivas. Los organismos internacionales insisten en que América Latina necesita una agenda de desarrollo que promueva la innovación, la digitalización y la transición energética. Sin embargo, sin estabilidad política y sin consensos duraderos, el crecimiento sostenible seguirá siendo una meta lejana.



